El SDDR no es un sistema de reciclado, sino de negocio
Artículo de Jose Luis Gallego para La Vanguardia.
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El SDDR solo admite el 5% de los envases vacíos que generamos como residuo: latas, botellas de PET y botellas de vidrio. En algunos casos también admite determinados tipos de bric. Pero todo lo demás queda fuera: espráis, latas de conserva, envoltorios y tarrinas de helados, bolsas de plástico y paquetes de celofán; botellas blancas de leche, todos los envases de productos para la higiene y la limpieza del hogar, los envases y embalajes de alimentación animal; garrafas de plástico, bandejas de aluminio o de porexpan, film plástico y papel aluminio; envases de yogur, tarrinas de mantequilla y margarina, latas y botes de conserva, frascos de colonia, tubos de dentífrico… La lista de envases y envoltorios que quedan fuera del SDDR es interminable.
Y es que el SDDR no es un sistema de reciclado, sino de negocio. Está montado para hacer negocio con los materiales de envasado más valiosos y fáciles de reciclar (aluminio, vidrio y PET) pero se desentiende por completo del resto: la práctica totalidad de los envases y envoltorios que pasan a diario por nuestras manos. Por eso quienes lo proponen como solución están faltando a la verdad. Y lo saben.
Además hay que dejar claro que el SDDR no es un sistema de retorno de envases: las latas que devolveríamos a las famosas máquinas de devolución no se retornan: no se lavan y se vuelven a llenar de cerveza o refresco como ocurría hace años cuando devolvíamos el casco. Ni los botellines de agua mineral, que tampoco retornan. Esos envases irían a la misma planta de selección donde llegan las que echamos en el contenedor amarillo. Entonces ¿qué interés tiene duplicar el sistema? Pues un interés económico.
Y es que la venta de máquinas de retorno generaría un negocio de más de 400 millones de euros a la multinacional que las fabrica, un negocio que por cierto ya aparece reflejado en los planes de ingresos de dicha multinacional. Además lo que a menudo tampoco retorna es nuestro dinero: el que previamente hemos tenido que depositar como fianza del envase. Si no lo devolvemos en perfecto estado el sistema se queda con ese dinero y no hay retorno. Si la chafamos o se cae la etiqueta tampoco, pues la máquina la rechaza. A veinticinco céntimos por envase: ¿estamos hablando de reciclaje o de negocio?
Por último: la multinacional que fabrica dichas máquinas y que apoya a los impulsores del SDDR, tal y cómo ya les informamos en La Vanguardia Natural , fue penalizada en 2006 por la Comisión Europea con una fuerte multa, de 24 millones de euros (la más severa impuesta hasta entonces por Bruselas), por abuso de posición dominante en el mercado de máquinas de recogida de envases.