España no es Noruega: el SDDR no es tan buena idea
Artículo de Álvaro Hermida para El Confidencial.
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- El sistema de pago de envases por adelantado (SDDR) encarecería el coste de su reciclaje, dificultaría la participación ciudadana y elevaría el precio de la cesta de la compra.
Cuando hacemos una compra en el supermercado, también adquirimos, inevitablemente, un material que no tiene otra utilidad para nosotros una vez vacío: los envases y envoltorios. Sin embargo sí que podemos favorecer la recuperación de sus materiales para convertirlos en todo tipo de productos; ¿cómo?, pues mediante un gesto que realizamos cada vez más ciudadanos: el de recogerlos aparte para depositarlos en los contenedores de reciclaje.
Así ocurre con todos los envases y envoltorios que pasan por nuestras manos día a día, como las latas de refresco o de conservas, las botellas de plástico, los envases de vidrio, los envoltorios de cartón y de papel… Gracias al actual sistema de recogida selectiva sabemos que depositándolos en el contenedor correcto pueden volver a utilizarse como materia prima, lo que tiene diversos beneficios para todos: como la reducción de la dependencia que tenemos de los recursos naturales y del impacto ambiental que generarían si acabasen en un vertedero o, lo que sería mucho peor, abandonados en el entorno y contaminando la naturaleza.
Pero ahora se está planteando instalar en España un sistema que, implantado ya en algunos países, recibe el nombre de SDDR (sistema de depósito, devolución y retorno). En este caso lo que haríamos, en cambio, sería ‘alquilar’ los envases en el punto de venta a un precio que oscilaría entre los 0,02€ y 0,30€ (dependiendo del tipo y el tamaño). Un dinero que solo recuperaríamos en el caso de devolverlo en perfectas condiciones. Cabe dejar claro que este sistema no significa que nos paguen por reciclar, sino todo lo contrario: pagaríamos por ello, ya que lo que nos devolverían sería ese precio ‘de más’ que habíamos pagado obligatoriamente en el punto de venta.
Sobre este controvertido aspecto, poco señalado por los promotores del SDDR, versa un detallado informe de la European Concept for Accesibility network (ECA), una entidad independiente con sede en Suiza que vela, entre otros intereses sociales, por favorecer los derechos de accesibilidad a los servicios públicos de todos los ciudadanos de la UE, con independencia del país de residencia.
Entre las conclusiones de este informe se destaca que la implantación del SDDR chocaría frontalmente con el sistema que tenemos implantado en este momento, llamado SCRAP (sistema colectivo de responsabilidad ampliada del productor) en el que son los propios fabricantes, envasadores y distribuidores, junto a las administraciones locales, quienes a través de un sistema integrado se encargan de costear y promover la gestión ambientalmente correcta de los envases al final de su vida útil.
Para ello lo único que se nos pide como consumidores es que, en lugar de pagar por el uso de los envases, contribuyamos de manera voluntaria depositándolos una vez vacíos en su contenedor correspondiente: los de plástico, las latas y los brics al amarillo, los de vidrio al verde y los de papel y cartón al azul.
La eficiencia de este sistema depende en buena medida de nosotros: de nuestra colaboración a través de una correcta separación. En este punto el SDDR podría parecer más beneficioso, dado que el consumidor se ve obligado (siempre y cuando quiera recuperar su dinero) a conservar en perfectas condiciones el envase. Aunque en contra de lo que intentan decirnos sus promotores, este sistema no tiene que ver con el antiguo método de ‘devolver el casco‘, porque ese no es el propósito. De hecho los envases que depositaríamos en los puntos de recogida del SDDR a través de las máquinas recolectoras (cuyo coste debería asumir el comerciante, por cierto, a unos 20.000 euros por máquina) no se reutilizarían, sino que irían a parar a las mismas plantas de reciclaje donde van a parar ahora.
Para Francesc Aragall, de la ECA, otro aspecto a tener en cuenta del SDDR es el de la distancia respecto a los puntos de recogida a los que deberíamos acudir, obligatoriamente y en el horario señalado, para recuperar nuestro dinero.
Los contenedores de recogida selectiva distribuidos por toda nuestra geografía, urbana y rural (cerca de un millón), estan abiertos los 365 dias al año y las 24 horas al día; en cambio, como señala Aragall, “una persona mayor que viva lejos de la tienda donde se realizó el depósito por el envase del producto perdería el dinero del envase si no pudiera acercarse a devolverlo”. Una suma de dinero que, unida a la de la venta de las máquinas (más de 40.000 comercios deberían incorporarlas), hace muy atractivo el negocio del SDDR para quienes lo promueven.
España no es un país nórdico
Las comparaciones no son justas para nadie porque siempre ocultan algo. Hemos escuchado mil veces que en Dinamarca, por ejemplo, el salario medio es mucho mayor al nuestro, pero ese dato por sí solo no refleja la verdad, pues habría que explicar que el coste de la vida en aquel país nórdico también es mucho más elevado (entre muchos otros factores). Y lo mismo ocurre con el reciclaje: debido a que la demografía de nuestro país es muy diferente a la de aquellos que han implementado el sistema SDDR, es engañoso decir que su implementación en el nuestro mejoraría las cifras de reciclaje; entre otras cosas porque el SDDR solo admite una ínfima parte de los residuos domésticos: las botellas de agua y las latas de bebidas refrescantes y cerveza.
Por ello el informe de la ECA invita a reflexionar sobre estos puntos:
- Cantidad de personas por hogar. Como se muestra en datos de Eurostat, los hogares españoles se caracterizan por estar menos habitados por solteros que la media de la Unión Europea (situada en un 35%, cuando nosotros estamos en un 27%), pero mucho más por parejas con hijos. En este tipo de hogares, los niños son un gran condicionante y el estudio elaborado por el ECA corrobora que los solteros y las parejas sin hijos tienden a reciclar más, así como muestran más facilidad para trasladarse más lejos para depositar los envases. Del mismo modo, los solteros o las parejas sin hijos generan menos residuos y disponen de más espacio para almacenarlos. Ambos factores contribuyen a elevar la tasa de reciclaje.
- Edad. La población española es la más longeva de la Unión Europea, esto supone que el número de personas ancianas (teniendo en cuenta que somos el cuarto país de la Unión, por detrás de Alemania, Francia e Italia en población) es también muy alto. De hecho, según el INE, la población mayor de 64 años en España alcanzó los 9,28 millones. Como se explica en el estudio del ECA las personas mayores, debido a diversos factores, como los problemas de movilidad, tendrían muchas más dificultades para participar en el SDDR.
- La España vaciada. Podemos ubicar miles de puntos de recogida del SDDR en centros comerciales a lo largo y ancho del país, pero ¿qué pasaría con los habitantes de las zonas más despobladas y alejadas de estos centros?. Gracias al sistema actual no están abandonados en lo que a reciclaje se refiere. Como explica Francesc Aragall: “En municipios pequeños se está implantando la recogida puerta a puerta cada vez más y por las experiencias que he estudiado, está funcionando muy bien”. El problema con el SDDR está en que “prima el centro comercial grande y penaliza a los pequeños comercios, porque no tendrán la capacidad de inversión necesaria para comprar una máquina ni el espacio necesario para guardar los envases en perfecto estado”. Además, incluso si pudieran almacenarlos así, la recogida de los envases en esas condiciones implicaría multiplicar el tránsito de camiones, unos camiones que “estarían multiplicando las emisiones de CO₂ para transportar mayoritariamente aire: el aire del interior de las latas y botellas sin compactar“.
- El espacio necesario. Como se explica en el informe elaborado por el ECA, los comercios deberán invertir en estas máquinas, dependiendo de la financiación y la capacidad, hasta 20.000 €. Además, deberán dedicar entre 15 y 20 m2 de superficie a ubicarlas, cosa que muchos pequeños comercios, de barrio mayoritariamente, no pueden permitirse de ninguna manera. Y en caso de no tenerlas, todavía deberían dedicar una superficie mayor a almacenar los envases recogidos, convirtiéndose en vertederos más que en tiendas. Eso no hará sino fomentar que, dado que queremos recuperar nuestro dinero por los envases que hemos utilizado, acudamos menos a los pequeños comercios que no disponen de sistemas de recogida y acabemos acudiendo a las grandes superficies, poniendo a este pequeño sector todavía más en riesgo. “En los países nórdicos la situación es distinta, lo que prima son las grandes superficies, el comercio pequeño no es tan frecuente ni está tan distribuido como aquí”, explica Francesc Aragall.
Las conclusiones del estudio señalan que, aunque el sistema SDDR puede tener sentido en otros países de la Unión Europea, en España sería muy costoso y pondría en peligro a los pequeños comerciantes. Además, según la ECA, este sistema, que costearíamos los consumidores, reduciría el poder adquisitivo de las personas que no puedan devolver los envases. Por todo ello el sistema SDDR no representa ningún beneficio para el ciudadano, sino más bien al contrario. Por eso defiende el mantenimiento del sistema SCRAP, con contenedores distribuidos en las calles. Eso sí: siempre y cuando estemos todos concienciados de que tirar cada residuo al contenedor correcto juega en nuestro beneficio, algo que podemos hacer de forma gratuita y sin necesidad de grandes desplazamientos.